¿Qué pueden aprender los ingenieros aeronáuticos de la ballena jorobada? Por lo visto, mucho. Un ejemplar adulto pesa unas treinta toneladas (lo mismo que un camión cargado), su cuerpo es relativamente rígido, tiene grandes aletas a modo de alas y mide hasta 12 metros (40 pies). Con todo, su agilidad en el agua es sorprendente.
Los investigadores tenían gran curiosidad por saber cómo esta criatura de cuerpo poco flexible nada en círculos tan increíblemente cerrados. Descubrieron que el secreto residía en la forma de sus aletas. Estas no tienen el borde anterior liso, como las alas de un avión, sino dentado, con una serie de protuberancias llamadas tubérculos.
Cuando la ballena se desplaza por el agua, tales abultamientos aumentan el empuje, o fuerza ascensional, y disminuyen la resistencia al avance. ¿De qué manera? Según la revista Natural History, los tubérculos aceleran el paso del agua por encima de la aleta y generan un flujo rotatorio ordenado, aun cuando la ballena ascienda en ángulos muy pronunciados.
¿Qué aplicaciones prácticas ofrece este hallazgo? Si las alas de los aviones siguieran este mismo modelo, necesitarían menos alerones y otros dispositivos mecánicos para modificar el flujo del aire; además, serían más seguras y se facilitaría su mantenimiento. Según John Long, experto en biomecánica, “es muy probable que pronto veamos en todos los aviones de pasajeros las mismas protuberancias que tiene la ballena jorobada en las aletas”.
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